PANTONEMAGENTA

Centroamérica, nuestra región como maravilloso destino turístico

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Hace unos días platicaba en un story en Instagram, que cuando ya podamos viajar, debemos ver a nuestra región como un destino turístico muy conveniente para visitar, podemos desplazarnos por tierra (para quienes no estén aún convencidos de tomar un avión) y es tan espectacular como muchos de los destinos más populares del mundo, es una región que tiene mucho que ofrecer. De hecho muchos lo saben, pero quienes me han empezado a seguir seguramente no, este blog nació por un viaje fabuloso que hicimos a Nicaragua, desde entonces nos enamoramos y empezamos a viajar por Centroamérica… y por supuesto nos faltan muuuchos lugares! pero les compilo las guías de los viajes que hemos hecho en los últimos cuatro años (que es lo que tiene este blog de existir), y ahora más que nunca, los países que no hemos visitado: Honduras, Panamá y Belice, encabezan nuestra lista para próximas aventuras!

Guatemala

The Good Hotel: Bueno Para El Alma Y El Corazón

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Empecemos a hacer planes para cuando podamos agarrar nuestras maletas y compártanme también sus lugares favoritos de Centroamérica <3

La primera visita al dentista

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Ya habíamos ido al dentista con Carmela cuando le salieron sus dientes, pero la cita fue más para nosotros los papás que para ella, aprendimos a lavarle sus dientecitos y recibimos la orientación necesaria para su cuidado dental y bucal (que recordemos que no solamente se deben limpiar los dientes, sino toda la boca), hasta tuvimos el honor de tener a la Dra. Fletcher de Clínicas Dentales Sonríe en nuestro segmento de TV en Matutino Express.

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Es vital que desde el primer momento hagamos del cuidado de los dientes algo divertido y les expliquemos a nuestros hijos la importancia de cuidarse sus dientes. Es como el típico cuento de las verduras, si los papás se refieren a las verduras como algo que no es rico, los niños aunque ni siquiera las hayan probado, no tendrán interés en ellas y les parecerán algo feo. Lo mismo pasa con el dentista (y muchas otras cosas que son realmente buenas y necesarias en nuestra vida), si decimos que no nos gusta ir al dentista y que “que feo ir al dentista” seguramente los niños heredaran ese miedo y ese desagrado; y sí, es posible que ir al dentista no nos parezca lo más placentero, pero debemos enfocarnos en lo necesario que es para nuestra salud integral, tener un diente enfermo es igual a tener un hueso enfermo, un diente con caries crónica debería de darnos tanto miedo como un tumor y muchas veces lo dejamos pasar y lo vemos como algo menos importante que el resto de nuestro cuerpo. 

Como todo en la vida, siempre es mucho mejor prevenir que lamentar una enfermedad, es por eso que la visita al dentista cada seis meses es indispensable, puede evitar que algo que se pudo arreglar, corregir y prevenir con un sellante de alrededor Q200 ($25) no se convierta con los años en la perdida de una pieza dental que llega a costar (un implante) hasta Q15,000 ($1,900).

En nuestro caso, a Carmela como siempre, le explicamos todo, ella ve como desde hace un par de años (que para ella es prácticamente toda su vida) vamos al dentista felices, y no nos hacemos los felices, vamos genuinamente felices porque sabemos que es importante para nuestra salud, que es una dicha y un privilegio poder ir al dentista, al igual que al doctor general, y si bien una visita al doctor no es ir a recibir un masaje al spa, es aun más importante y esencial a corto, mediano y largo plazo, impacta en toda nuestra vida. Todo eso es importante que se lo expliquemos a nuestros hijos, no solo decirles que es bueno y llevarlos, sino hacerles conciencia de por qué es bueno y necesario. Carmela en un programa de televisión vio a una persona bastante joven sin dientes y se impactó, nos preguntó por qué no tenía dientes, le dijimos que no sabíamos exactamente qué le había pasado a él específicamente, pero que era muy posible que no los había cuidado, que cuando los dientes no se lavan, cuando se comen muchos dulces, cuando no se va al dentista, lo más común es que los dientes se enferman y se arruinan y cuando llega a ser extremo, los dientes se caen y la persona pierde sus dientes. Que una cosa era el proceso de la caída de los dientes de leche, que es normal, porque se caen para que salgan los dientes nuevos que uno tendrá el resto de la vida; pero que cuando se caen de adulto, ya no vuelven a salir.

Además, ¿sabían que la salud de los dientes permanentes está directamente ligada a la salud de los dientes de leche?. No se trata que los dientes permanentes es un borrón y cuenta nueva, si los dientes de leche no se cuidaron correctamente, los dientes permanentes heredan sus problemas. Por eso es importante que alrededor de los tres años llevemos a nuestros chiquitos a su primera cita con el dentista para chequeo y limpieza profunda.


Desde hacía unas semanas, Carmela se quejaba de un dolor en un diente y decidimos no esperar más y llevarla al dentista, me daba mucho miedo pensar que tenía algo que se podía complicar. Fuimos con la Dra. Ortiz, odontopediatra (especialista en niños) de Clínicas Dentales Sonríe y fue todo un éxito su primera cita. Solamente había un paciente anterior a Carmela y aprovechamos a que su consulta se alargó un poquito, para que antes de Carmela, me hicieran un par de sellantes que tenía pendientes, ella pudo estar conmigo sentadita en su carruaje y mi dentista, la Dra. Perla le explicó cada parte del proceso en mí, que sería lo mismo que posiblemente le realizarían a ella, como le encanta el tema de la medicina y el cuerpo humano puso atención y se dio cuenta que era algo normal. Al terminar yo le dije que estaba feliz de tener ya mis sellantes y mis dientes más fuertes.


Llegó su turno y estaba muy emocionada, tanto que después que su especialista la saludó y se presentó con ella, le preguntó si ya le tocaba y si se podía subir a la camilla. El hecho que estuviera emocionada, sin miedo, creo que fue clave porque iba muy confiada en que era algo bueno lo que iba a pasar. La doctora la vio y a primera vista afortunadamente no se veía nada, le tomaron radiografías para hacer un diagnóstico completo y también fue satisfactorio todo. Es posible que el dolor se debiera a que se hubiera lastimado la encía y repetidamente al comer (porque siempre come de ese lado) volvía a lastimarse el mismo sitio preciso, aunque no se veía inflamación o tal vez era que tenía de alguna manera sensibilidad en ese diente, pero que no se debía a caries. Nos recomendó el uso estricto y consciente del hilo dental además del lavado de dientes y colocar sellantes para proteger sus dientes y así evitar futuras posibles caries.

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Ese mismo día agendamos la cita para los sellantes, eran ocho en total y era posible hacer cuatro en una cita y luego los restantes cuatro en otra. Una semana después llegamos por sus primeros sellantes, y nos fue tan bien que le realizaron todos de un solo. Se portó como una campeona y por eso les comparto algunas recomendaciones para hacer más fácil o menos difícil esta visita al dentista con alguien tan pequeño por primera vez:

1.     Hablarles mucho de la importancia de ir al dentista, enfocarse en que ir nos hace más felices porque tener salud es tener felicidad. Lo mismo hacíamos desde el día uno con el pediatra y desde hace un año ya no llora con las vacunas… y ya no llora no porque le haya dejado de doler, sino porque sabe conscientemente que es una dicha poder tener acceso a sus vacunas, que eso la hace más fuerte y más valiente, y eso es lo que dice ella misma “soy valiente y soy fuerte con mis vacunas y mi doctor es mi amigo porque me cuida”.

2.     Empoderarlos antes de la visita para que entren con el ánimo hasta arriba, prepararlos y decirles que todo va a estar bien, que uno va a entrar con ellos y que siempre vamos a estar allí, que de allí van a salir más fuertes con dientes más brillantes, frases como “a mi me encanta ir al dentista” “cuando voy al dentista soy feliz” “soy tan feliz de poder venir al dentista y compartir esto contigo”, etc.

3.     Deja que platique con la especialista al principio de su cita para que tu hija o hijo genere confianza con ella, dile que puede hacerle preguntas, así “rompe el hielo” y se siente mejor. Deja que la especialista le explique qué le hará y en qué consiste el procedimiento, la doctora en la primera cita le dijo que iba a ver como eran de lindos sus dientes para hacerlos también fuertes y que para eso necesitaba tomarles fotos (radiografías). Involucrar a los niños en el proceso les da confianza y tranquilidad.

4.     En la primera sesión no hubo necesidad que yo estuviera tan cerca de ella, estaba en la misma sala a la par de la camilla pero no hubo necesidad de tener contacto con ella, solamente le hablaba y le decía lo bien que lo estaba haciendo. En la segunda sesión donde el procedimiento tenía mayor complejidad (colocación de sellantes), Carmela se acostó en la camilla y yo frente a ella como si fuéramos montando un mismo caballo una frente a la otra, ella acostada y yo sentada, no se explicarlo con un mejor ejemplo. Tomé sus manos y la acariciaba para relajarla, ya que el procedimiento no duele pero sí resulta bastante incómodo para alguien tan pequeño. En la sala de niños hay música infantil y eso ayuda mucho, yo le tomaba sus manitas y sus brazos, le decía que lo estaba haciendo bien y que necesitaba relajarse porque mientras ella más se mantenía en calma, más fácil era para la doctora hacer su trabajo y más rápido terminaría todo, le repetía que era algo bueno y que debía sentirse dichosa porque no todos los niños podían ir al dentista a volver sus dientes más fuertes, que es cierto que es incómodo pero que debía diferenciar el dolor de la incomodidad porque no es lo mismo. Tuvimos un pequeño descanso a la mitad de la consulta para estirarnos, ella quería que la abrazara, la abracé y felicité porque lo estaba haciendo excelente (por supuesto lloró y ya no quería seguir haciéndolo, ningún niño disfruta los aparatos en la boca), y le expliqué que debíamos terminar los otros cuatro sellantes que faltaban porque era mejor hacerlo ya que estábamos allí, que igual había que hacerlo en el mismo momento o en otra cita y ella misma me dijo que estaba bien, que lo hiciéramos de una vez.

Y esa fue nuestra experiencia, por supuesto en Sonríe siempre tienen altos estándares de limpieza que son indispensables en un establecimiento que trata la salud y ahora con la situación actual el protocolo de cuidado y desinfección es sobresaliente y eso me hizo sentirme segura de llevar a Carmela. De ahora en adelante, también la llevaremos cada seis meses a su chequeo.

Otros consejos para el cuidado de los dientes de nuestros hijos son:

1.     Evitar usar chupete o pepe con azúcar.

2.     Lavarles los dientes (al igual que los adultos) tres veces al día, limpiar dientes, encías y lengua.

3.     Utilizar hilo dental una vez al día, hay hilo dental especial para niños que facilita hacerlo.

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4.     Evitar los alimentos con azúcar y consumir los ricos en fibra y minerales.

5.     Evitar masticar alimentos duros como hielo, caramelos, etc. Ya que los dientes pueden fisurarse.

6.     Visitar al dentista para un chequeo periódico, cada seis meses.

Cuarentena: +150 días después

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El lunes cumplimos 150 días de cuarentena, lo he dicho mil veces pero es que aún no dejo de asombrarme… nunca había estado taaaaanto tiempo de corrido en casa. Esta etapa de la vida, ha tratado de readecuarse, reajustarse, reaprender…

Para mí al inicio fue un duelo.  Al principio la negación, había recién hablado con una amiga que vive en Milán, que estaba viviendo la gran ola del Covid y ella me decía inteligentemente que aunque el gobierno en Guatemala aún no parecía preparado, debíamos ir pensando en iniciar un distanciamiento físico desde ya porque llegaría pronto lo inminente, justamente hablamos el viernes 13 de marzo, habíamos ido a almorzar mi mamá, Carmela bebé y yo y decidimos ir de una vez al supermercado a comprar lo que necesitábamos para guardarnos en casa y quedarnos allí a partir del día siguiente sábado 14. El domingo 15 habló el presidente y ya lo demás es historia. 

Habíamos puesto “nuestro plan” en marcha y aunque habíamos empezado a actuar, no podía creerlo, solamente pensaba “no, no puede ser, seguro aquí no llega tan rápido” (aunque hacía dos semanas había estado en México, allí ya había llegado y al regreso si me asusté un poco y preferí usar mascarilla) igualmente pensaba que no era posible. Pensaba que no iba a ser taaaaan largo este período. Me negaba a aceptar lo que venía.

Cuando esa primera semana todo empezó a cambiar y la gente empezó a quedarse en su casa, me di cuenta que era un hecho. Empecé a hablar con diferentes personas y empresas con las que trabajo para ver qué íbamos a hacer… allí fue cuando me pegó el cuentazo. Me dio mucha tristeza y me enojé. Fue un golpe de frustración por los proyectos que en un abrir y cerrar de ojos se cancelaban, frustración y ansiedad por los que se aplazaban y los que nunca más sabremos de ellos. Hacía números con las facturas y pagos que quedaban congelados, tachando los que no llegarían a realizarse y yo contaba con esos pagos, solo veía los signitos de dólar poniéndose borrosos hasta desaparecer, tenía proyectos ma-ra-vi-llo-sos y solamente los veía subirse e irse en un barquito leeeeeeeeeeeeeeeejos, y el barquito era el Tinanic… y se hundió. Pensaba que los planes en sí eran espectaculares y además me iban a pagar y ahora ni uno ni otro. Me puse muy enojada y luego muy triste.

Sabiendo que habían cosas que se habían perdido para siempre, y que todos estábamos en la misma situación y muchos peor, empecé a luchar por ser positiva. Ser positivo es un ejercicio que debe practicarse, y aunque por supuesto es sano y necesario el permitirse estar triste, hay que dejar que la tristeza fluya pero también hay que buscar reponerse, si no lo hacía, sentía que me venía abajo y una vez sumida en el dolor no me iba a poder levantar. Es una lucha de poderes entre la tristeza y el tratar de estar mejor.

Tratando por sobreponerme y de verle el lado positivo a la situación, dándome cuenta que mi familia tenía salud, que estábamos bien, que podía estar peor, que estamos juntos, que nos amamos… un día no logré ganarle a la cosa y boom! Me pegó. Había pasado mayo y junio, dos meses muy importantes para mi: día de la madre, mi cumpleaños, el cumpleaños de Carmela bebé, el día del padre… muchas emociones juntas en un tiempo prolongado, muchas endorfinas juntas… luego esa etapa maravillosa terminó y vino el bajón. No tuve muchas ganas de nada, solo me sentía triste porque nunca nada me había parado e impedido hacer lo que quisiera y luchar por lo que deseo. Veía que lo tenía todo teniendo a nuestra hija y a Jorge conmigo, a mi mamá y a mi hermano cada quien en su casa bien con salud; teniendo techo, comida y hasta gustos… fue un fin de semana, afortunadamente fueron solamente dos días, pero fueron dos días donde me sentí realmente triste, muy triste sin ganas de nada.

Decidí empezar a hacer planes, ¡amo hacer planes! planes a largo plazo, una especie de juego con Jorge, nos preguntábamos a dónde iríamos al “terminar esto”, por supuesto todo idealizado y sabiendo que no era una realidad, nos poníamos a ver hoteles, boletos de avión… así como cuando (no se si lo han hecho) uno se mete a la página de una marca que le gusta a uno y empieza a meter cosas al shopping cart sin importar cuánto cuesta porque finalmente no lo voy comprar sino solamente es un entretenimiento; pues así mismo empezamos a hacer con viajes y lugares hermosos que nos gustaría visitar… ese ejercicio me empezó a hacer ilusión.

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Siempre me quejo de mi cocina porque es muy pequeña, y ahora que he cocinado más, me quejo más de la cocinita… empezamos a hacer lo mismo con la casa ideal imaginaria y fue otro ejercicio que me dio mucha ilusión… y así empezamos a hacer planes y continué ilusionándome con planes que podían volverse realidad… soñar despierta siempre me ha hecho mucha ilusión y es algo que me motiva más que nunca.

Tengo la graaaAAAAAAn fortuna y bendición de tener un compañero extraordinario, le empecé a hablar más de las cosas que siento, de mis miedos, de lo que me hacía sentir triste y hablar de esas cosas profundas que uno no habla todos los días me ayudó a sentirme mejor.

Empecé como sabiamente los AA hacen, a diferenciar lo que puedo cambiar de lo que no puedo cambiar y me empecé a enfocar en lo que si está en mis manos cambiar, afortunadamente siempre he tenido qué hacer, me he mantenido ocupada, y aunque muchas cosas son del día a día y consumen bastante tiempo, he tratado de enfocarme y planear proyectos que me interesan y me hacen más feliz. También aprendí a aceptar ir más despacio, no tengo que hacer siempre todo y correr… me ha gustado dejar de correr. Empecé a hacer cosas de cuidado personal que me hacen feliz, siempre con todas las medidas, pero el “simple” hecho de ir a hacerme un pedicure después de meses fue algo que me revivió.

Al sentirme más estable y lograr mantener equilibrio entre lo malo y lo bueno, me ha hecho enfocarme y ser más objetiva, darme cuenta que también hay cosas de esta etapa que me gustan y que si hubiera una vacuna o solución a esta pandemia tampoco me gustaría volver exactamente a nuestra vida anterior. Quisiera dejar de correr tanto como antes, vivir un poco más despacio no me disgusta del todo, ya antes que esto pasara había empezado a elegir mejor mis compromisos, si volviera a mi “vida anterior” ya no me gustaría correr tantísimo. Andar corriendo tampoco debería de normalizarse y tampoco es tan bueno. Seguiría usando el Zoom para muchas de mis reuniones, finalmente muchos aprendieron que muchas reuniones se pueden gestionar con un mail y muchas de las reuniones que necesitan llevarse a cabo pueden hacerse a distancia. Quisiera seguir almorzando con Jorge, quien por su trabajo y yo por el mío nunca lográbamos almorzar juntos. Y Carmela bebé ama que su papá llegue más temprano a casa por el horario laboral que se redujo.

Algunas cosas que me han servido:

Desconectar el teléfono desde las 9pm. hasta las 9 am. y mientras estoy en clases del colegio de Carmela bebé no contesto tampoco.

No ver tantas noticias.

Hacer lo que me hace sentir bien.

Tomar mucha agua.

Escribir.

Enfocarme en proyectos que me interesan aunque no vayan a ser una realidad ahora mismo.

Usar un guarda dental para dormir.

Tomarme una pausa y rezar.

Agradecer lo bueno.

Tratar de respirar aire fresco lo más posible.

Pagué mis tarjetas de crédito y las rompí… ahora a puro débito y si no me alcanza, no me lo compro… se acabó el “si no me alcanza, después lo pago”.

Mantenerme activa lo más posible, aceptar que no puedo hacer ejercicio como lo hacía antes y no sentir presión por mis expectativas.

Cuando me estreso o me enojo, hacerlo, pero tratar de componerme lo antes posible.

Hacer planes imaginarios. Soñar.

Empecé finalmente a ordenar profundamente mi casa. Empecé a sacar cosas para donar, vender, regalar… tengo un cuarto que es closet y una bodega llenos de cosas que con la mano en la conciencia no uso y es posible que no usaré. Como diría Elsa de Frozen “let it go”.

Gozar el hoy, como siempre lo he hecho, pero ahora aún más. Valorar cada instante con la gente que amo y siempre siempre siempre, agradecer.

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La historia de como logré estudiar lo que de verdad deseaba

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El sábado 14 de febrero del 2,004 me gradué de la Licenciatura de Diseño Gráfico en Comunicación y Publicidad, fue uno de los días más felices y más importantes de mi vida, me gradué de la carrera que había decidido por elección y vocación… y sin saberlo hasta unos días antes del acto de graduación, con honores. Allí había dejado atrás cinco años de mucho sudor y muchas lágrimas, y también mucha felicidad pero aún más muchisísimo esfuerzo, que no fue precisamente por los estudios, que aunque no era fácil no fue el mayor reto, el mayor reto fue lograr pagar cada mes.

Nací siendo una niña feliz, afortunadamente siempre lo he sido y nací también siendo muy privilegiada. Recuerdo que en mi casa se tocaba una campanita en el comedor para que sirvieran la comida, no sé por qué ese recuerdo es uno que perdura en mi mente después de tanto tiempo. De niña mis papás siempre me dieron lo mejor, ya he contado en otras ocasiones que mi papá fue un excelente padre los primeros años de mi vida y mi mamá se dedicó en cuerpo, alma y corazón a nosotros, y desde la madrugada del 19 de mayo de 1,981 ha sido mi porra, mi fan y mi apoyo más grande.

Conforme fui creciendo, el alcoholismo de mi papá lo fue convirtiendo en una persona cada vez más dura y difícil. Durante mi adolescencia las cosas se empezaron a poner rocosas y cuando me gradué del colegio y decidí estudiar Diseño Gráfico, la bomba explotó. Mi papá un hombre de otra generación por completo y superlativamente testarudo, pensaba en aquel tiempo, que solamente la medicina, las leyes y al menos la ingeniería, podían ser tomadas como verdaderas profesiones. Mi papá era un hombre muy inteligente, muy académico y culto, fabuloso para hacer grandes negocios, sabía de mucho y sabía bien, utilizaba las palabras correctas y era amante del diccionario a quien llamaba “amansa burros”, seguramente de él aprendí a amar las palabras adecuadas y correctas, a usar los términos exactos y a apreciar el significado de cada uno… en fin, a pesar de eso, él no fue a la universidad, por si tenían duda de cuál fue su carrera universitaria.

Cuando le dije que había decidido estudiar Diseño Gráfico, cosa que me había costado decidir porque sabía que para nada le gustaría la idea, me dijo “eso es un desperdicio teniendo la inteligencia que tenés, eso es para retrasados mentales. Conmigo no contés.”. Fui a hacer el examen de ingreso, no recuerdo si fue en la última oportunidad, pero seguro no fue en la primera y solamente hice examen de ingreso en una universidad, en la que había decidido ir; en ese entonces solamente se llevaba esa carrera en tres universidades y de esas tres opciones sólo dos tenían la licenciatura y para colmo, la que había elegido era la más cara y no tenía plan B, era esa en la que quería estudiar porque me parecía que era la que tenía el mejor pensum. Me aceptaron y para mi suerte empecé a estudiar el 4 de enero porque debíamos sacar casi todos los alumnos de la facultad, un curso propedéutico de matemáticas, y digo “para mi suerte” porque el curso había que pagarlo obviamente.

También seguro se han de preguntar por qué no opté por una beca, por supuesto que apliqué a una, y por méritos académicos me habría ganado una beca completa, peeero… este tipo de beca no existía, solamente existían becas parciales para alumnos de recursos escasos y aunque mis recursos económicos no eran escasos sino nulos, aún así no era candidata. No se imaginan la frustración cuando me dieron esa información, lo único a lo que podía optar era a un crédito estudiantil… que me permitía estudiar debiéndolo todo y así cuando me graduara seguiría sin dinero y además con una deuda gigante con intereses, gracias pero no gracias, nunca fue opción.

Desde que tenía 12 años comencé a cantar en la ceremonia religiosa de bodas junto con mi maestra de música y una amiga dos años mayor. Una vez una persona que se iba a casar, nos pidió que cantáramos en su boda y allí comenzó nuestro pequeño negocio que durante años cubrió mis gastos personales, así ni dinero le pedía a mi papá sino solo permiso (un problema menos)… y luego pagó en gran parte mis estudios universitarios.

Mi mamá desde el principio me dijo que íbamos a lograrlo, ella me llevaba a donde necesitara, sacaba de los gastos de la casa (que cada vez mi papá le daba menos dinero por cierto) para ayudarme, me llevaba y traía a las bodas, quince años, primeras comuniones y bautizos que me tocaba cantar, para ese entonces mi compañera de canto fue a vivir a Estados Unidos buscando su sueño de ser cantante profesional y éramos un cuarteto: Marisabel mi maestra de música al órgano, un cello, un violín y yo en la voz mezzosoprano.

A la universidad iba con mi amiga Karen quien era mi vecina y con quien habíamos sido amigas en el colegio, ella me “dió jalón” desde el primer día, y eso valió para que le esté eternamente agradecida por sieeempre, años después se cambió de casa y otra amiga que Dios puso en mi camino, Claudia, me daba jalón con su papá, otros ángeles a quienes llevo también en mi corazón por siempre. Mi mamá me seguía llevando de arriba a abajo, como no tenía computadora para hacer los trabajos, trabajaba en el laboratorio de computación de la universidad o mis amigos hacían favor de prestarme la suya, Karen y Claudia muuuuchas veces me dieron posada para poder usar la de ellas, la computadora que tenía en casa no aguantaba los programas de diseño… cuando hubo necesidad de aerógrafo y compresor también me lo prestaban… y así fui estudiando, con la ayuda de Dios, de mi mamá y de grandes amigos y compañeros que siempre me hecharon la mano.

Habían semestres donde me iba muy bien y lograba pagar a tiempo, pude seguir trabajando durísimo (trabajaba viernes, sábado y a veces hasta domingo) y ahorrando, pude ir con mi propio dinero a congresos de diseño fuera de Guatemala, el Congreso Nacional de Diseño Gráfico en México o la HOW Design Conference en New Orleans, y también hubo momentos más difíciles donde o pagaba o no podía presentar mis exámenes parciales o hasta entrar a clase. En una sociedad donde “Dios me guarde no tener dinero y andar contando mis problemas porque qué va a decir la sociedad” así tipo telenovela mexicana, me tocó pedir pedir prestado y aceptar la generosidad de personas de corazón generoso, a quienes el dinero les sirve en lugar de ser petulantes y engreídos para ser bondadosos y compartir su dicha con los demás. Nunca se me van a olvidar las palabras de un amigo a quien amo con todo mi corazón “tome Carmela, ¿usted sabe para qué sirve el dinero? para hacer feliz a la gente que uno quiere”.

Congreso Nacional de Diseño, México 2,000 con Lance Wyman, diseñador de la imagen de México 68.

Congreso Nacional de Diseño, México 2,000 con Lance Wyman, diseñador de la imagen de México 68.

Sapienza Università, Roma 2,001.

Sapienza Università, Roma 2,001.

Y así pasaron los años, ya iba a terminar la carrera y sólo hacía falta llegar a la cima, pero justo es allí la última prueba de fuego, debía una mensualidad y tenía que pagar los privados y los gastos de graduación, que no son opcionales, de haberlo sido, que me mandaran mi diploma a mi casa y feliz de la vida, oootro gasto, lo último y no lograba juntar el dinero. Fue mi mamá quien recibió un dinero de un familiar que antes de morir la buscó. Mi mamá que ha sido como el pastel más increíble que me ha endulzado la existencia, era también la cerecita que coronaba esa etapa de mi vida. Logramos ponernos al día en el pago, pagar los privados y luego pagar la graduación.

Cerré pensum en el 2,003, ese mismo año antes que terminara, justo el día que me confirmaron que había aprobado el examen privado y mi título universitario era un hecho, fue día jueves, recibí una llamada del dueño de la empresa donde siempre quise trabajar, que en esa época (oootra época) era la única en Guatemala donde el diseño era todo y era el epítome del avant garde. Me llamó y me dijo “Hola Carmela, soy Emilio, mire estoy buscando una diseñadora, usted no conoce a alguien que me pueda recomendar?” y le dije “Hola! si por supuesto, yo.” Fui al dia siguiente (viernes) a su oficina, y el lunes empecé a trabajar allí. Sí, fue como de película pero así pasó.

Mi papá fue a tooodas las celebraciones, fue a la cena de graduandos donde me tocó dar un pequeño discurso y públicamente le agradecí haber sido motor de una de las pruebas más grandes de mi vida, el oro se forja en el fuego, el entrenamiento olímpico no son cinco sentadillas, tres brincos y una vuelta a un campito… son años de madrugar, desvelrse, sudar, llorar… y luego cuando uno se sube al podio y le dan la medalla de oro, porque para mí, mi título universitario es mi medalla de oro olímpica, compitiendo contra la vida y contra mi misma, se siente majestuosamente bien. Fue a la graduación disfrutó de las palmas, muy escuetamente me felicitó y finalmente tuvo un grand gesture de un buen contrincante que acepta su derrota y pagó el almuerzo que hice para celebrar y me regaló un carro.

A mi papá, en el 2,014 después de casi ocho años de no vernos, antes de morir, lo perdoné, honesta y transparentemente no le guardo rencor, ahora parece fácil, pero debo aceptar que tuve durante años una parte del corazón podrido por él. ¿Me habría gustado ser la hija más amada, apoyada y comprendida por mi papá, que fuera mi amigo y apoyo como mi mamá, haber tenido la Mac que parecía una burbuja, en color rosado (porque esa fue la que siempre quise), con una impresora para imprimir afiches 18x24, carro para ir y venir a donde necesitara y mil lujos más? por supuesto que sí!!!! si de querer se trata, habría querido tooodo y más, pero aún así no cambiaría nada, porque cada cosa que ha pasado en mi vida es lo que me ha hecho como soy y lo que soy, y si eso era necesario, que tengo la certeza que lo fue, lo es y lo será, entonces ha valido la pena.

El Cheesecake más fácil de la historia!

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Los postres me encantan comerlos! peeero generalmente no soy tan fan de las preparaciones complicadas, los procesos que requieren de una técnica de repostería perfecta y las largas listas de ingredientes con medidas estrictamente exactas, por eso, cuando me topo con recetas como ésta, de muy pocos ingredientes (yo tenía 5 de 6 e igual quedó perfecto) y pasos simples, no puedo resistirme y mi Julia Child interior toma todo mi ser y se aventura en dicha preparación!

Les comparto esta imposiblemente más fácil, receta de cheesecake!!! donde el secreto es el crust hecho de stroopwafels:

Ingredientes:

(para molde de 8 o 9”)

12-15 stroopwafels (yo usé 12)

1/4 taza de mantequilla suave a temperatura ambiente

16 oz. de queso crema suave (generalmente son 2 paquetes de 8 onzas pero si consiguen de 210 gms, que son 7.4 onzas igual funciona)

1/2 taza de azúcar normal (yo usé morena)

1/2 cucharadita de vainilla (yo no tenía y afortunadamente quedó súper bueno, seguro con vainilla queda aún más bueno)

2 huevos a temperatura ambiente

El molde tuvo muchísimo que ver en el éxito del pastel, desde que compré estos moldes de silicón me enamoré de ellos y es gracias a estos moldes que me he aventurado a cocinar más pasteles, el resultado depende mucho del molde, es mucho más fácil de…

El molde tuvo muchísimo que ver en el éxito del pastel, desde que compré estos moldes de silicón me enamoré de ellos y es gracias a estos moldes que me he aventurado a cocinar más pasteles, el resultado depende mucho del molde, es mucho más fácil desmoldar y el pastel queda nítido, los compré en Cemaco.

Preparación:

Base:

1. Colocar las galletas en el procesador de alimentos para volverlas migas.

2. En un bowl mezclar las migas de galletas con la mantequilla hasta lograr una masa bien integrada.

3. Colocar la mezcla en un molde con papel encerado de manera homogénea. Yo utilicé un molde de silicón y le coloqué un círculo de papel encerado del tamaño de la base del molde.

Relleno:

1. Batir el queso, azúcar y vainilla a velocidad media hasta lograr una mezcla bien incorporada.

2. Agregar los dos huevos y batir a velocidad media.

3. Verter la mezcla en el molde que ya tiene la base.

4. Hornear a 350F de 40 a 45 minutos. Recomendación: utilizar una bandeja para hornear galletas o rejilla y sobre ella colocar el molde en el horno, es mucho más fácil maniobrar el molde sobre la bandeja que hacerlo sin ella, además se evita que se quiebre el cheesecake al sacar del horno porque con la bandeja de base se mantiene el molde más estable.

5. Al terminar de hornear sacar del horno, dejar enfriar y ya frío refrigerar por 3 horas. Recomendación: para refrigerarlo, cubrir el molde con plástico de alimentos.

6. Sacar del refrigerador y desmontar. Recomendación: al estar suficientemente frío, el pastel aguanta para desmoldarse dándole la vuelta sobre una superficie plana y luego volverlo a poner al revés para colocarlo en una pastelera y decorarlo. Yo lo decoré con dulce de leche y stroopwafels.

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¡Muy buen provecho!